Cid Campeador
Imagen: Estatua ecuestre del Cid Campeador en el Balboa Park, San Diego
Autor: Basilio - Imagen retocada:File:Detalle de la estatua el Cid (Parque de Balboa).jpg
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 ESCid Campeador

Lider militar

01/01/1048 - 10/07/1099

Rodrigo Díaz de Vivar, más conocido como El Cid Campeador, nació hacia el año 1043 en Vivar del Cid, una aldea cerca de la ciudad de Burgos, en el entonces Reino de Castilla (actual España). Fue un noble, caballero y líder militar castellano que vivió durante la época de la Reconquista. Su vida y hazañas inspiraron el famoso cantar épico medieval El Cantar de mio Cid, convirtiéndolo en un héroe nacional y figura legendaria de la historia española.

Orígenes y formación
Rodrigo fue hijo de Diego Laínez, un infanzón (noble de baja alcurnia) castellano. Su familia formaba parte de la baja nobleza militar, y como tal, Rodrigo fue educado en la corte del príncipe Sancho, hijo del rey Fernando I de León. Allí se instruyó en el manejo de las armas, la estrategia militar, el derecho y las costumbres cortesanas.

Desde muy joven destacó como hábil guerrero y por su inteligencia en el campo de batalla, lo que le valió el título de “Campeador”, que en la época significaba “experto en el campo de batalla”. El término “Cid” proviene del árabe sidi (mi señor), reflejo del respeto que incluso sus enemigos musulmanes le tenían.

Al servicio del rey Sancho II
Tras la muerte del rey Fernando I en 1065, su reino fue dividido entre sus hijos. Rodrigo sirvió como alférez (jefe militar) del primogénito Sancho II de Castilla, con quien combatió contra sus hermanos en la lucha por la reunificación del reino.

Rodrigo desempeñó un papel destacado en las guerras civiles entre Sancho y sus hermanos Alfonso VI (rey de León) y García (rey de Galicia). Tras la muerte de Sancho II en 1072 en el cerco de Zamora (donde fue traicionado y asesinado), Alfonso VI recuperó el trono unificado, aunque con ciertas tensiones hacia Rodrigo, que había sido uno de sus rivales políticos.

Relación con Alfonso VI y primer destierro
Aunque Alfonso VI confirmó a Rodrigo como miembro de su corte, las tensiones aumentaron con el tiempo. En 1081, Rodrigo fue desterrado por primera vez, supuestamente por actuar sin autorización del rey en una expedición militar a Toledo.

En su exilio, Rodrigo buscó servicio en reinos musulmanes, algo común en la época. Se convirtió en mercenario y trabajó para el rey taifa de Zaragoza, al-Muqtadir, y luego para su hijo al-Mu'taman. Al frente de tropas mixtas, cristianas y musulmanas, luchó contra enemigos cristianos y musulmanes por igual, lo que demuestra la complejidad política y militar del siglo XI peninsular.

El segundo destierro y la conquista de Valencia
Rodrigo fue perdonado y llamado de nuevo por Alfonso VI cuando el avance del Imperio almorávide amenazó los reinos cristianos. Participó en la batalla de Sagrajas (1086), donde los almorávides derrotaron a las fuerzas cristianas.

Sin embargo, tras nuevas disputas con la corte leonesa-castellana, fue desterrado por segunda vez. Esta vez, Rodrigo decidió actuar por cuenta propia. Durante los años siguientes, dirigió su propio ejército y conquistó Valencia en 1094, gobernándola de forma casi independiente del rey.

En Valencia instauró un régimen de convivencia entre musulmanes, cristianos y judíos. Gobernó la ciudad con firmeza y habilidad, manteniendo su independencia frente a los almorávides, que trataban de reconquistarla.

Muerte y legado inmediato
Rodrigo Díaz de Vivar murió el 10 de julio de 1099 en Valencia, probablemente a causa de una infección o enfermedad. Su esposa, Jimena Díaz, intentó mantener el control de la ciudad tras su muerte, pero no pudo resistir el asedio almorávide. Finalmente, en 1102, Valencia fue evacuada por los cristianos y cayó nuevamente en manos musulmanas.

Su cuerpo fue trasladado al Monasterio de San Pedro de Cardeña, cerca de Burgos, donde reposó durante siglos. Actualmente, sus restos descansan en la Catedral de Burgos, junto a los de su esposa Jimena.

El Cantar de mio Cid y la construcción del mito
El Cantar de mio Cid, escrito a finales del siglo XII o principios del XIII, es la primera gran obra literaria en castellano y una de las joyas de la literatura medieval europea. Allí se presenta una versión idealizada del Cid como caballero cristiano, leal, justo y heroico, defensor de la fe frente al islam.

Aunque el Cid histórico luchó tanto junto a musulmanes como contra ellos, el poema lo transforma en un héroe cristiano casi perfecto. Esta visión fue utilizada a lo largo de los siglos por la monarquía, la iglesia y otros poderes para ensalzar la figura de Rodrigo Díaz como símbolo de honor, nobleza y unidad nacional.

Vida familiar
Rodrigo Díaz se casó con Jimena Díaz, probablemente en 1074. Se cree que era pariente del rey Alfonso VI. Tuvieron varios hijos, entre ellos:

Cristina, casada con Ramiro Sánchez de Navarra.

María, casada con Ramón Berenguer III, conde de Barcelona.

También se mencionan hijos varones en fuentes, aunque su historicidad es debatida.

Estas alianzas matrimoniales consolidaron la posición de su linaje dentro de la nobleza cristiana peninsular.

Legado histórico y simbólico
Rodrigo Díaz de Vivar ha sido una figura clave en la construcción del imaginario español. Su figura ha sido utilizada por reyes, dictadores, artistas y escritores para encarnar valores como la lealtad, el valor, el patriotismo, el honor y la religiosidad.

En la Edad Moderna, el Cid fue símbolo de la Reconquista y la lucha cristiana. En el siglo XX, especialmente durante el régimen de Franco, su figura fue exaltada como modelo del soldado católico ideal. También ha sido protagonista de películas, novelas, cómics y estudios académicos.

Sin embargo, los estudios históricos modernos lo muestran como un personaje mucho más complejo y pragmático, más próximo a un caudillo militar autónomo que a un paladín cristiano puro. Su capacidad de adaptación, su genio militar y su ambición lo convirtieron en una figura singular en la historia de España.

Conclusión
Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid Campeador, fue un hombre de su tiempo, hábil en la guerra y la diplomacia, ambicioso y valiente, que dejó una profunda huella en la historia medieval hispana. Su paso de personaje histórico a figura mítica refleja tanto su grandeza real como las necesidades simbólicas de cada época. A más de 900 años de su muerte, sigue siendo una de las figuras más reconocibles de la historia de España.

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